El español es un idioma cambiante, un idioma que se transforma día con día, que se modifica y renueva en eclosiones de vida y fenómenos cotidianos. El español es una forma -y una limitante- de ver el mundo, es una tristeza para llorarlo, una melancolía para suspirarlo, una incomprensión para entenderlo, y un fuego artificial para vivirlo.
El español es un color: el violeta intenso de las bugambilias, el oro de una risa compartida, el azul del infinito; la grana de la mar cuando atardece. Es una lengua de fiestas, de celebraciones, de las tristezas más duras, de trópicos florecientes y de taigas umbrías. Es una lengua de la gente, es una lengua de vida, es la memoria de los muertos, y el recuento de los siglos. Es el testigo de la historia.
El español es un idioma que rompe sus propias estructuras, que se libera de sus propias reglas, que trasciende a la poesía y se vuelve poesía con su propia magia incomprensible. Es una lengua camaleónica, una metamorfosis viva, una amalgama de tradiciones, un andamiaje de sociedades, un sincretismo de colores, de cosmovisiones, de culturas y universos, de destinos.
La Rel Academia Española hizo un total de 3152 modificaciones a su diccionario, entre nuevas palabras, novedades sociales, e incluso animales que antes no se incluían en nuestra lengua.